Tardes de cuentos y cartas del UNO

Por Irene López

De profesión: maestra. Pero este septiembre no vuelvo a mi escuela, aunque no dejo la enseñanza. Me voy de maestra al campo de refugiados en la isla de Lesbos. Me voy para conectarme con otros niños y niñas, a conectarme con otras realidades.

Todo empezó un día caluroso de verano en Lesbos, a más de 30 grados, cuando me pedí uno de los trabajos que por rotación aún no me había tocado en el campo de refugiados de Mavrovouni donde trabajé en agosto de 2021. La tarea consistía en ir a visitar a diferentes niños y niñas del campo para leerles una historia en inglés, hacer alguna actividad sobre ella y pasar un rato jugando. Ya llevaba varios días queriendo hacerlo, pero siempre había mucha gente dispuesta. Por fin, en mi último día allí, pude hacer uno de los trabajos que más recordaría de toda la experiencia. 

Campo de refugiados de Mavrovouni (Lesbos). Foto: EuroRelief

Después de visitar a varias familias con mi compañero Christian durante la mañana, fuimos a visitar por la tarde a una de las familias que hacía pocos días habíamos ayudado a mudarse a uno de los espacios para familias vulnerables. Papá, mamá, dos niñas, un niño y un bebé nos recibieron con entusiasmo. Las vecinas, que también estaban en nuestra lista de personas a visitar, también se sumaron. Fiesta asegurada. 

Empiezo a leer la historia. Se trata de las aventuras que viven unos vegetales congelados de un supermercado. No tiene mucho contenido, pero con un poco de emoción añadida el público no pierde interés. Acaba la historia. El papá, que la escuchaba tumbado en un colchón, se ha quedado dormido. Un éxito para mí también. Sacamos las cartas del UNO y nos ponemos a jugar. Nos entra la risa  y nos recordamos unos a otros que tenemos que hacer silencio porque papá y el bebé ya duermen.

Más allá de si las niñas y los niños iban a recordar a los vegetales de la historia o de si aprenderían los colores y los números en inglés (no había examen, claro está…), aquella tarde fue una oportunidad de compartir un tiempo juntos y de conectarnos con esa familia a pesar de las pocas palabras (el persa no es mi fuerte) en medio de sus circunstancias.

Campo de refugiados de Mavrovouni (Lesbos). Foto: EuroRelief

Como decía, este septiembre me voy a Lesbos. El trabajo que voy a desarrollar con Eurorelief no se distingue mucho de lo que ya he hecho hasta ahora como maestra. Mi objetivo siempre ha sido que mis alumnos, más allá de aprender la materia que tocara, también se sintieran reconocidos, escuchados y amados.

Sé que hay retos y circunstancias distintas a las que tendré que adaptarme. Pero no voy a Lesbos porque sea cinturón negro de la enseñanza, sino porque estoy convencida de que puedo sumar a lo que ya está en marcha allí. Voy con muchas ganas de aprender y de vivir más momentos compartidos, más historias y más partidas de UNO.

Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.

Mateo 6:33 (La Biblia)

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